La economía de la República Dominicana ha mostrado un crecimiento constante en las últimas décadas, con un promedio cercano al 5%, medido a través de su Producto Interno Bruto (PIB), lo que la posiciona entre las principales economías de la región de América Central y el Caribe.
Sin embargo, mantener ese comportamiento y dinamismo económico requiere de una gerencia capaz de suscitar estabilidad y confianza en medio de crisis, como las vividas en el 2004 y en el 2008, momentos en que las dificultades locales e internacionales no afectaron el poder adquisitivo de los dominicanos ni la marca país, debido a las decisiones tomadas por el gobierno de turno.
En el 2021, el crecimiento del PIB reflejó un rebote de 12.3%, al compararse con la caída de -6.7% en el 2020, resultado de la pandemia del Covid; mientras que en el año 2022 el crecimiento comenzó a desacelerarse, situándose por debajo de su potencial con un 4.9%; y en el 2023, la situación fue más grave, pues se redujo a tan solo 2.4%. Para el año 2024 se espera que crezca por debajo de un 3%.
Contrario a las crisis superadas en el pasado, la ocurrida en el marco de la pandemia ha dejado secuelas importantes en la economía nacional; y eso mantiene la salud financiera de los dominicanos sumida en el retroceso. Esto así, por la poca capacidad de gerencia de la administración actual del Estado, ya que sus funcionarios, al tomar decisiones de manera improvisada, han contribuido a disminuir considerablemente el poder adquisitivo de las familias.
La capacidad de compra de la gente ha disminuido debido a que, desde el 2020, la inflación ha registrado un crecimiento anual poco habitual en la economía dominicana, superando el 5%. Este incremento ha sido liderado por alimentos y bebidas no alcohólicas, que en los últimos tres años han crecido en más del 36%.